"Los Hiperbóreos": Un manifiesto vivo de rebeldía creativa
- Violeta Reyes Gutiérrez
- 28 nov 2024
- 2 Min. de lectura
Miguel Serrano Fernández (1917-2009), figura controversial en la historia chilena, es el eje inspirador de la nueva obra de Cristóbal León y Joaquín Cociña. Su transformación ideológica, que lo llevó desde los ideales socialistas de su juventud hasta su inmersión en el esoterismo Nazi, se entrelaza con las vivencias personales de la actriz Antonia Giesen, convirtiéndose en el telón de fondo de "Los Hiperbóreos". La película arranca con una premisa singular y cautivadora de un evento real: el intento de revivir una película robada, perdida y olvidada, proponiendo así un fascinante ejercicio de reconstrucción de lo irrecuperable.

León y Cociña vuelven a sorprender con una propuesta cinematográfica que desafía la lógica convencional. "Los Hiperbóreos" se despliega como un sueño febril, donde las reglas narrativas tradicionales se disuelven en un río de imágenes surrealistas y absurdas. Con una Antonia Giesen como protagonista que sostiene el relato. El humor, omnipresente, se convierte en el eje gravitacional de la obra, mientras la narrativa se desplaza entre lo desconcertante y lo hilarante, obligando al espectador a preguntarse constantemente: ¿Qué es real y qué no? La cinta abraza el absurdo y la experimentación con valentía. Desde la imaginería visual hasta su estructura narrativa descompuesta, todo parece jugar con la percepción del espectador, invitándolo a navegar en un espacio donde la lógica es irrelevante. Es una experiencia que combina carcajadas espontáneas con momentos de profunda contemplación, recordándonos que el cine no tiene por qué ceñirse a moldes predefinidos.
Visualmente, es una obra maestra de las artes manuales. Concebida en un taller de jóvenes artistas liderado por los directores, "Los hiperbóreos" representan un cambio significativo en su metodología de trabajo. Acostumbrados a producciones íntimas y de pequeño alcance, León y Cociña enfrentaron el desafío de coordinar a un gran equipo creativo. El resultado es una película que respira la energía colectiva de todos sus colaboradores, con una textura artesanal que se siente viva y vibrante en cada cuadro.

En un panorama cinematográfico saturado por lo prefabricado, "Los hiperbóreos" irrumpe como un acto de rebeldía creativa. Es un manifiesto vivo que celebra el caos y la autenticidad, recordándonos que el arte no se encuentra en las fórmulas, sino en los desbordes, en las fisuras que dejan entrever la humanidad del creador. León y Cociña nos transportan a un universo donde las reglas se desvanecen y lo inesperado se transforma en el pulso de la narrativa, una experiencia tan sensorial como visceral que atraviesa la pantalla y nos envuelve en su anárquico esplendor.
"Los hiperbóreos" es un gesto poético, una invitación a sumergirnos en lo desconocido, a aceptar lo absurdo y a dejarnos llevar por el vértigo de lo impredecible. Es un testimonio de que el cine aún puede ser un espacio de resistencia y de ensoñación, donde lo imposible no solo se sueña, sino que también se crea.